Los riegos ambientales vulneran la Seguridad Internacional que se ha fundado bajo la doctrina de la seguridad nacional, con fuerte concentración en el componente militar. La anarquía propia del sistema internacional formado por estados soberanos y competidores entre sí definió el rumbo de las estrategias de seguridad en el pasado; en la actualidad, el Estado se ha vuelto incapaz de asegurar la vida de las personas ya que los fenómenos ambientales generan una gran cantidad de pérdida de vidas humanas. El Estado debe proveer la seguridad de las personas, asegurar su derecho a la vida y eso incluye preservar las condiciones ambientales de las que depende la vida. Se requiere redefinir el concepto de seguridad tanto nacional como internacional.
La doctrina de seguridad esta ligada al concepto de Estado, los estados modernos de corte occidental son estados que admiten las contradicciones entre estos y el uso de la violencia como medio de garantizar su seguridad: la Paz Armada, la Destrucción Mutua Asegurada. Los Estados Unidos se han convertido no sólo en el mayor consumidor de bienes terminados, sino también de recursos energéticos, crecientemente más escasos. Aunque los procesos de globalización permiten flujos financieros en instantes y comunicaciones que recuerdan los sueños de la ubicuidad, la creciente brecha entre clases sociales –ricos/pobres- y regiones –norte/sur- no han podido ser superados por el conjunto de estas fuerzas globales. Al contrario, el proceso de concentración de poder y riqueza ha ahondada la brecha.
A su tiempo, la escasez de energéticos y agua así como la contaminación de suelos, aguas y atmósfera han aumentado los riegos que se han expresado en una acentuación clara de desastres naturales. El conjunto de estos fenómenos hace dudar que el concepto tradicional de seguridad militar y de soberanía del Estado-nación sea capaz de responder a los retos del siglo XXI. Aunque el poder de amenaza militar se finca en armas de destrucción masiva (ADM) y tecnologías estratégicas sofisticadas, la reciente guerra de Irak y anteriormente las de Afganistán y Vietnam han mostrado que las armas más mortíferas son incapaces de mantener la paz por la fuerza (paz negativa). En un pueblo humillado puede surgir una clara determinación de rechazar al invasor, y en un enfrentamiento con la guerrilla, la seguridad militar es insuficiente para mantener el control en un país.
Los actos terroristas mostraron nuevas amenazas de seguridad personal y global y abrieron a los investigadores de la paz campos teóricos distintos, donde tenían que relacionar los procesos de desarrollo con la seguridad humana. Aunque los procesos de globalización han homogenizados las comunicaciones mundiales (Castells, 2002, Habermas, 2001), los flujos financieros (Mesiasz, 2003), las relaciones comerciales (Solís y Díaz, 2004) y las culturales (Chomsky, 2003), contradictoriamente, el desarrollo de una región y del mundo se ha tornado crecientemente más complejo (Küng, 2003).
Ideologías como libre mercado, competencia a ultranza, privatizaciones, desregulación, libertad de acción, concentradas en manos de empresas transnacionales, generaron monopolios y oligopolios con enorme capacidad financiera1 (Kaplan, 2002), pero poca legitimidad. La falta de reglamentaciones, leyes y sistemas de sanciones mundiales para controlar estas empresas, cuyas auditorias internas son carentes de ética (Enron), representan amenazas más allá del terrorismo, al involucrar a la economía y el bienestar de la tierra entera. Hoy día, la mitad de la población mundial vive con menos de 2 dólares, o sea en pobreza extrema (FMI, 2004) y sin acceso a servicios básicos de agua potable y saneamiento.
La herencia de este modelo de capitalismo tardío (Habermas, 2000, Saxe Fernández, 2003) produjo una concentración de ingreso y bienestar en manos de unos pocos, física y políticamente apoyados por élites, gobiernos y militares. Las promesas de un consumismo ilimitado (Castells, op.cit.) a través de idillos televisivos, encubren las relaciones de injusticia, donde jóvenes y mayores se ven expulsados del mercado de trabajo y donde el creciente desempleo y el pago de pensiones a una población en rápido envejecimiento, muestran cuatro contradicciones fundamentales del modelo dominante: a) pobreza, marginación y exclusión; b) creciente militarismo, violencia física e inseguridad personal y pública, donde grupos ilegales transnacionales organizan las actividades criminales y donde la respuesta desde abajo son actos terroristas; c) despilfarro de recursos naturales, necesarios para mantener el espejismo del cuerno de la abundancia produjo agotamiento, contaminación y depredación de los recursos naturales, en particular, del aire, el agua, los hidrocarburos y la biodiversidad; y finalmente, d) este modelo global agudizó la discriminación de género, indígenas y otras minorías y agudizó los conflictos entre y dentro de estos sectores marginados, lo que aumentó a su vez la vulnerabilidad interna en las naciones y regiones e indujo movimientos migratorios mundiales de dimensiones planetarios. En resumen, no existe seguridad humana, ambiental y de género.
En este sentido, es pertinente preguntarse ¿cuál es la nueva geopolítica de los estados ante el cambio climático mundial y la crisis que genera pro la disponibilidad de agua y energía? ¿Cuáles serán las estrategias de poder que se implementarán a fin de mantener la seguridad internacional? ¿Cuáles han sido en las estrategias geopolíticas para enfrentar la crisis ambiental global, entre 1997 y el 2013?
Responder estos cuestionamientos a fin entender la coyuntura en la que nos encontramos y tener mejores elementos para evaluar la postura de liberales que pretenden al cambiar la Constitución Política de nuestro país permitir la inversión de capital privado (nacional y extranjero) y quienes no estamos de acuerdo en transitar hacia la privatización de las ganancias y la socialización de los costos de producción de PEMEX.
Por Francisco Sandoval Vázquez
1 Las 500 empresas transnacionales más importantes disponen de la mitad de la riqueza del mundo y hay empresas que cuentan con mayores recursos que todos los países más pobres de África en su conjunto.